domingo, 7 de abril de 2013

El tiempo.

Mientras la sociedad se esfuerza en hacernos ver que la realidad es cada vez más superficial y corrupta, yo he decidido venirme este finde aquí, a Algeciras, mi ciudad. Durante estos dos días he leído noticias falsas sobre lanzamientos de misiles por parte de Corea del Norte, un posible rescate a Portugal, el turbio caso de la familia real española y las cuentas en suiza...y no sé que más.
Pues yo hoy me he ido a la playa. Y ayer también, con uno de mis amigos, a hacer un poco de deporte (de vez en cuando viene bien dejar el sedentarismo). Además, el viernes nada más llegar, salí a cenar por ahí; y esta tarde he estado en casa de mi prima con mi familia. Y todo esto, mientras el mundo parece precipitarse lentamente pero sin impedimento alguno hacia el barranco de la desidia.
Me gusta el tiempo; aunque bueno, como para no saber convivir con él. Además, tiene muchas caras: tan pronto parece ir más deprisa cuando pasamos un buen rato, así como de repente se ralentiza para adaptarse al aburrimiento que estemos soportamos. Pero él va más allá. Tiene la capacidad de pararse por completo sin darnos cuenta, envolviendo el entorno que lo rodea de magia, o de transformar su todopoderosa sustancia en un contraste de él mismo, haciéndonos ver que tal vez nos hace falta más.
Sin embargo, hay algo que me asombra más en este asunto del tiempo, y lo sintetizaré a partir de las dos primeras ideas de esta entrada.
El paralelismo va tan enlazado al tiempo tanto como la etimología a una palabra. Esa espontaneidad  e indiferencia es algo que me fascina, la verdad. Quizá podéis pensar que esas son dos palabras extrañas para definir al tiempo, pero paremos a pensarlo: el tiempo realmente es así. Espontaneidad porque es pasado y futuro en el presente: es el fue y será en el es. E indiferencia porque es una de las esencias más objetivas de que nos da la vida: no entiende de personas, bandos o circunstancias: el tiempo pasa y pasa como el quiere. A veces permite que aberraciones como las nombradas al principio tengan lugar, mientras que otras abre paso a magníficas sensaciones y momentos que jamás serán olvidados. Y estas dos posibles circunstancias tienen lugar paralelamente en el mundo, y están siendo vividas por diferentes personas a la vez.
Yo tengo un ideal en la vida que dice que todo lo que sube baja; y todo lo que ha bajado puede subir en cualquier momento. Quizá haya momentos que deseamos no vivir, pero ya llegará el momento en el que la situación se torne contraria. Y lo más complicado llegará en ese momento, ya que podríamos pensar que todo está hecho. Entonces yo digo, ni el pasado es tan pasado, ni el presente tan futuro: pasar del pasado al futuro es tan fácil como del presente al pasado.
Nunca hay que confiarse, y cualquier situación es tan mejorable como destructiva; aunque bueno, todo esto pasará si el tiempo lo permite.