domingo, 16 de febrero de 2014

Enchufes

¡Buenas noches a todos! Ya dejo atrás el estrés de los exámenes de la Universidad y la primera semana de la segunda parte del curso, así que pensaba y sentía que era el momento de pasarme por aquí como dije. La entrada de hoy va sobre un conjunto de temas bastante variopintos que pueden resumirse con una idea: desconectar puede ayudarte a conectar.
Parece absurdo que dos términos contrarios puedan resultar en una completa retroalimentación del uno con el otro, pero es cierto. A veces para hacer algo tienes que empezar haciendo completamente lo opuesto a ello, y a la larga (y no tan a largo plazo) puede resultar aún más beneficioso, aunque pueda parecer de locos debido a que nos estemos moviendo en una situación bastante tensa o de alta importancia. Tensión...hablemos de tensión
Cuando una persona está expuesta a un elevado nivel de tensión, tiende a tirar de egocentrismo no controlado: desconectamos con la realidad para centrarnos en la nuestra propia, la cual es similar a la verdadera, pero no idéntica, es una copia. ¿La tensión implica actitudes anti-sociales? No necesariamente, seguimos manteniendo contacto con el resto de personas que nos rodea, pero cuando me refiero a egocentrismo con estos términos, hablo de falta de empatía. Y es algo normal, la tensión trastoca la mente de las personas, volviendo normal lo incoherente y raro aquello que carece de sentido. 
Sin embargo, siempre debemos tratar de volver al estado mental anterior a este tipo de egocentrismo transitorio, y quien más sufre con esta transformación es nuestra mente. Pondré un ejemplo bastante claro: cuando una persona ha sufrido un alto nivel de fiebre, a la hora de la recuperación se encuentra con diversas consecuencias debido a las altas temperaturas y cambios en su organismo que ha tenido que soportar. Con este tema de la tensión pasa lo mismo: estamos tan obstinados con lo mal que nos va en algo, con la envidia que sentimos por otras personas a las que les va mejor o con la falta de autoestima que sufrimos después de cualquier tipo de frustración; que después cuesta tanto y tanto volver a ver la luz al final del túnel. Y durante esta oscura travesía se nos olvida que otras personas nos acompañan en el camino, y que están pasando por situaciones similares, o incluso peores. Sin embargo, en esta entrada no entraré a cuestionar actitudes particulares, simplemente quiero daros mi opinión sobre cual creo que es la solución, y quisiera centrarme en la idea que os dije al principio: desconectar para conectar.
A menudo tratamos de buscar falsas excusas en factores externos, cuando la mayoría de los problemas emanan de nosotros mismos. Defendemos unos ideales que continuamente son ultrajados por nosotros mismos. Una y otra vez. ¿Es este el fin del ser humano? Bueno, de ahí puede observarse la perfecta imperfección de nuestra especie, la misma que nos ayuda a alimentar nuestro afán de superación. Quizá cuando nos encontremos ante momentos de alta tensión lo que conviene hacer es, en vez de echar la culpa a las personas que nos rodean (inclúyase al destino dentro de estas posibles causas), indagar en nuestro interior y valorar fríamente la situación, hablándolo con alguien que, sino es quien ha provocado el problema, al menos es quien puede solucionarlo: tú mismo. Hablar con nosotros mismos nos da la energía necesaria para recargar las pilas que necesitamos para afrontar el gran reto que supone la vida.
Para concluir, incitaros ( e incitarme a mi mismo) a probarlo, a hablar con uno mismo, a abrir la burbuja de nuestro mundo y echar un vistazo a la realidad de otras personas. Y no sólo un vistazo, sino a empatizar con las situaciones y con las personas que las viven. Así, así es como se recarga la energía de vivir.


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